La crisis del todo
En los últimos años hemos visto (y vivido) crisis en todos los ámbitos,
casi simultáneamente, crisis económicas, políticas, y sociales.
Uno de los problemas más importantes actualmente
ha sido la crisis económica que ha tenido grandes efectos en varios países del
mundo, con mayor efecto en Europa y Estados Unidos, esta crisis ha tenido un
gran impacto en la salud de la población, caracterizado por aumentos en los niveles
de desnutrición, desahucios, desempleo, drogadicción, depresión, problemas de
salud mental, aumento en el consumo de psicofármacos, injusticia social, y en
algunos casos disminución del acceso y disponibilidad de los servicios
sanitarios.
A pesar de todos los intentos por
frenar los efectos de las crisis, vemos que siguen creciendo las desigualdades
en salud, definidas por OMS en 2008 como "el resultado de la situación en
que la población crece, vive, trabaja y envejece, y del tipo de sistemas
que utilizan para combatir la enfermedad. A su vez, las condiciones en que la
gente vive y muere están determinadas por fuerzas políticas sociales y
económicas”. Resulta interesante analizar el impacto de la posición social de
las personas y los contextos sociales sobre la evolución de las desigualdades
en la percepción de la salud y algunos determinantes sociales.
Las crisis políticas por otro lado, terminan afectando la salud
de la población, debido a fallos en reformas de los sistemas sanitarios, los
cambios durante las crisis conllevan riesgos, incluyendo los de malas
políticas, sea por ignorancia, por interés o porque la urgencia de reaccionar a
los problemas a corto plazo relegue las grandes cuestiones, priorizando el
crecimiento económico para salir de la crisis sobre las consideraciones de
sostenibilidad y equilibrio a largo plazo, aunque toda la responsabilidad política
se ha visto de alguna manera desplazada al ámbito económico, señalando que
cualquier fallo es debido a los problemas económicos.
Todo apunta a que los principales
efectos de las crisis son sobre la salud mental de las personas, la situación
actual de muchos países, está caracterizada por un alto nivel de desempleo
mantenido y el crecimiento del empleo precario, que facilita la aparición de
una forma de estrés laboral donde adquiere especial relevancia tanto la
inseguridad del presente como el miedo al futuro (perder el trabajo, no encontrar
uno nuevo), resultando tan estresante la preocupación por el riesgo de perder
lo que se tiene como la pérdida en sí.